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El Dr. Marino Bartolomé – miembro del comité de expertos #CAPSI – fue invitado al ciclo de entrevistas «Consensos en Defensa Nacional» llevado adelante por la revista Zona Militar

En la entrevista se abordo la problemática del Instrumento Militar, poniendo énfasis en el estado de su equipamiento, en las capacidades perdidas y en la necesidad de repotenciarlas. Con una visión propositiva, ha brindado luz sobre aquellos pilares de la Defensa Nacional que, a su juicio, son compartidos por todos los sectores relacionados, desde los cuales es posible construir políticas publicas de largo plazo.

¿Qué diagnóstico de manera sintetizada se puede hacer de la realidad de la Defensa Nacional?

 El diagnóstico que se puede hacer del sector defensa, desde mi punto de vista, es de permanente postración en lo que hace a la asignación de recursos a las Fuerzas Armadas para un adecuado mantenimiento y renovación de su equipamiento, así como para el cumplimiento de los requisitos necesarios en materia de adiestramiento. Esta insuficiencia ha situado a las instituciones castrenses en una situación de obsolescencia de su equipo desde el punto de vista cualitativo y de escasez desde el punto de vista cuantitativo, lo que complica severamente un eficaz ejercicio de sus tareas. Esto no es una situación coyuntural, sino que en mayor o menor medida se viene manteniendo en forma sostenida desde el regreso a la democracia.

¿Para usted, cuáles son las principales amenazas que enfrenta el Estado Nacional donde podría intervenir el ámbito de la Defensa Nacional?

Sin dejar de tener en cuenta que estamos en un sistema internacional muy dinámico en el cual hay amenazas de naturaleza transnacional que suelen estar protagonizadas por actores no estatales, lo que yo creo es que la principal amenaza que se cierne sobre nuestro país y que puede involucrar eventualmente el uso del instrumento militar tiene que ver con la preservación de nuestra soberanía, con un ejercicio pleno de la misma sobre todo en nuestro territorio nacional (continental y marítimo) y nuestros recursos.

No tenemos que olvidarnos que somos el séptimo u octavo país en extensión del mundo y además nos definimos como bicontinentales, postura que inevitablemente generará fricciones pues nuestros reclamos en la Antártida son incompatibles con las posturas de otros países. Tenemos enormes riquezas naturales, renovables y no renovables, en un mundo que hacia mediados de siglo se encamina a tener 10 mil millones de habitantes por lo menos. Y somos muy pocos, tenemos severos vacíos territoriales y parte de nuestro territorio nacional está ocupado por una potencia extranjera (me refiero a Malvinas). Entonces, tenemos sobradas razones para pensar que ahí están los principales escenarios que pueden llegar a involucrar a mediano plazo al empleo del instrumento militar.

¿Cómo evaluaría la situación del Instrumento Militar de las Fuerzas Armadas y cómo cree que debería orientar la política la adquisición del equipamiento pensando en el futuro?

De alguna manera lo contesté en la primera pregunta. El instrumento militar exhibe una situación de escasez cuantitativa y obsolescencia cualitativa que está mucho más allá de los límites aceptables. A pesar de la culminación de varios ciclos de  planeamiento en las últimas gestiones de gobierno, esto no se ha traducido en un plan de modernización ni de adquisición de materiales con sostenibilidad en el tiempo y cada día más se ve afectada la capacidad de nuestras fuerzas armadas. Las compras que se han hecho en las últimas dos décadas por lo menos, han sido “parches” y adquisiciones de ocasión, y en muchos casos su utilidad o conveniencia ha sido objeto de controversia.

Las compras que se han hecho en las últimas dos décadas por lo menos, han sido “parches” y adquisiciones de ocasión

Mariano Bartolomé

Lo que yo creo, es que resulta imprescindible generar a mediano plazo un plan de reequipamiento de las Fuerzas Armadas, para lo cual tenemos que definir primero qué tipo de Fuerzas Armadas queremos tener y para hacer qué. Estoy convencido que esto no es responsabilidad de un solo gobierno, sino que tiene que ser producto de cierto consenso en la clase política que permita su mantenimiento más allá de los avatares electorales, porque estas deben ser Políticas de Estado que se desarrollan a mediano plazo. Entonces, en la medida en que la clase política argentina consensúe qué tipo de Fuerzas Armadas quiere tener para hacer qué cosa y cuánto está dispuesta a gastar, o mejor dicho a invertir, en ese objetivo, recién ahí viene la etapa de las adquisiciones. Urge hacer esto a la brevedad porque día a día la capacidad de las instituciones militares se ve degradada.

En este sentido, creo que la implementación del FONDEF en una noticia más que positiva, porque va a ayudar a comenzar con esta reversión. Creo que el Fondo tiene 20 años de atraso, en el sentido que de alguna manera reedita lo que oportunamente se planteó con la Ley de Reestructuración de las Fuerzas Armadas, la llamada Ley Jaunarena. Pero a esta altura de los acontecimientos, no tiene sentido lamentarnos por la no implementación de aquella ley y, en todo caso (mejor tarde que nunca), avanzar con el FONDEF. Sería deseable que la coyuntura económica y social por la cual atraviesa el país no impida su ejecución efectiva.

Dicho todo esto, en lo personal yo creo que hay algunos aspectos que merecen una especial atención, a la luz de la tragedia del ARA San Juan. Indudablemente resulta prioritaria la recomposición de la fuerza de submarinos. Somos un país que tiene submarinistas, e incluso una escuela para formarlos, y no tiene submarinos. Nuestros submarinistas navegan en buques de naciones amigas (como es el caso de Perú) para no perder sus aptitudes, pero no tenemos unidades propias. Tampoco hemos decidido qué hacer con el Santa Cruz, que lo tenemos hace mucho tiempo parado en un astillero.

Creo que resulta importante incrementar nuestra capacidad para las campañas antárticas, es necesario acompañar al rompehielos con un buque polar. Esto, desde la pérdida del Bahía Paraíso es una cuenta pendiente. Es necesario dotar a nuestra Infantería de Marina de un buque de desembarco, que no tiene. Los coreanos presentaron una interesante propuesta en este sentido, que quedó en la nada. Accesoriamente, es necesario contar con los recursos que nos permitan ejercer un control efectivo sobre el Mar Argentino, que está siendo depredado de manera continua y sistemática y lo cierto es que no contamos con la capacidad para ejercer un control efectivo y permanente en una superficie marítima que excede en tamaño a la Argentina continental. Ni que hablar entonces de las capacidades para cumplir con las responsabilidades internacionales en materia SAR. Esas limitaciones se vieron patentizadas con todos los esfuerzos de búsqueda del San Juan. Cabe aclarar que el control efectivo al que hago referencia no apunta solamente a buques de superficie, sino también a aviones de vigilancia marítima con larga autonomía de vuelo, de los cuales carecemos; hubo una oportunidad muy interesante en los últimos tiempos (los Orión), que no fue aprovechada.

Resulta imprescindible que Argentina recupere la capacidad de caza e intercepción y también su capacidad de transporte estratégico. Hemos visto ahora, a la luz de la pandemia del COVID, cómo hemos tenido que echar mano a aviones de pasajeros para traer carga sanitaria del exterior, atada a las butacas, porque no tenemos capacidad de transporte estratégico. En cuanto al Ejército, de tantas cosas posibles para indicar, me parece prioritario tomar alguna decisión con respecto a la implementación de una familia completa de blindados a rueda.

Son tantas las necesidades y los requerimientos que sería ocioso y no sería fácil poder consignarlas ahora en un listado a todas. Sí deben ser plasmadas en un proyecto que tenga sostenibilidad y sea ejecutable a mediano plazo.

Si pudiera agregar algo, me parece a mí que hay cuatro aspectos que debemos tener en cuenta de manera asociada a la cuestión del reequipamiento. Primero, qué rol le vamos a dar a la industria local. Porque muchas veces la defensa es un motor, un catalizador para el desarrollo de la industria local. Hay muchos componentes, muchos bienes y servicios que pueden ser proporcionados por la industria local. Incluso hay muchos componentes que son de uso dual, que no requieren especial adaptación para su uso por parte de las Fuerzas Armadas. Esto es algo que hay que considerar.

Yo creo que la capacidad argentina de producción para la defensa se ha visto deteriorada con el paso del tiempo. La fábrica de TAM en Boulogne no tiene las mismas capacidades hoy que tenía hace años. En otras épocas fuimos capaces de ensamblar los submarinos 209 y construir las corbetas MEKO 140 en tiempo y forma. Con el paso del tiempo, la excesiva duración de la reparación del Irizar y de la recorrida de media vida del ARA San Juan, mostraron fuertes caídas de esas capacidades. Hoy no podemos concluir con dos lanchas para la Escuela Naval, dos lanchas Lica que tienen cero complejidad. En un momento teníamos capacidad en el astillero Domecq García para fabricar submarinos, hoy la hemos perdido. La excepción en esto sería FADEA, donde se ha logrado mantener y recuperar ciertas capacidades, luego de despolitizar su gestión. Pero el punto es: al momento de priorizar la industria nacional, ¿la procedencia local del producto se va a imponer sobre la eficacia, eficiencia, costo o modernidad? ¿O vamos a priorizar la modernidad y la sofisticación, o incluso el costo sobre su procedencia? Esta es una pregunta de naturaleza política.

Segundo, los proveedores. Argentina históricamente se ha movido con una serie de proveedores que son los Estados Unidos, Israel y cuatro naciones europeas: Alemania, Francia, Italia e Inglaterra. Nos encontramos con que, tras casi cuatro décadas del conflicto de Malvinas, seguimos padeciendo el veto británico a muchísimo equipamiento. El último ejemplo ha sido el veto al empleo de componentes de ese origen en el avión de combate de origen coreano (que yo creo que no era la aeronave de combate polivalente que necesitamos) que iba a adquirir la Fuerza Aérea. Tenemos que plantearnos si vamos a seguir insistiendo con los mismos proveedores de siempre, o vamos a buscar nuevos socios. Por ejemplo, en el horizonte aparecen con fuerza Rusia y China en lo que hace a la Fuerza Aérea, el primero de ellos con mucha mejor reputación que el segundo en lo que hace a la calidad de sus productos. O si vamos a seguir con los mismos proveedores de Occidente, pero buscando equipamientos alternativos para suplir los vetos británicos. Ahí puede surgir Israel. Pero esto es un tema que excede al campo militar e incursiona en el campo de lo político.

Tenemos que plantearnos si vamos a seguir insistiendo con los mismos proveedores de siempre, o vamos a buscar nuevos socios

Mariano Bartolomé

Tercero, el despliegue de estas capacidades que estamos pretendiendo adquirir. Porque estamos pensando en una reconversión de nuestras fuerzas armadas, y a lo mejor lo hacemos con un basamento territorial que no acompaña los cambios. Creo que es tan negativo pensar en un instrumento militar a futuro, sin considerar nuevos despliegues, como decidir nuevos despliegues sin ese diseño a mediano plazo. En el mejor de los casos, esto último termina siendo una mera reducción; en el peor, da pie a especulaciones de tipo inmobiliario que derivan en sospechas de corrupción.

Por ejemplo, en el caso de la Armada, asistiendo cotidianamente a la depredación de nuestros recursos ictícolas por parte de flotas extranjeras, me resulta difícil comprender que no tengamos instalaciones navales permanentes entre Puerto Belgrano y Ushuaia. A lo largo de todo el litoral patagónico no hay bases de la Armada y no creo que la geografía lo inhiba. Habría que replantear cosas de ese tipo. O, por ejemplo, el apostadero natural del Irízar y del buque polar que lo acompañe probablemente no tenga que ser Buenos Aires, sino Ushuaia. Probablemente haya que invertir el dinero necesario en Ushuaia para transformarla de una vez, más allá de lo declamativo, en una verdadera puerta de entrada a la Antártida capaz de proporcionar logística a otras naciones. En ese sentido, tanto Inglaterra en Malvinas como los chilenos en Punta Arenas trabajan de  manera mucho más sostenida y seria que nosotros.

En lo personal, yo creo que algún tipo de despliegue tendrían que tener nuestras Fuerzas Armadas, más allá de las severas restricciones de tipo geográfico y meteorológico, en Isla de los Estados, teniendo en cuenta que es el punto más cercano a Malvinas. También deberíamos replantearnos a la base Marambio como nuestra principal puerta de acceso a la Antártida. Respecto a eso, en general se apunta a una base que tenga capacidades no solamente aéreas sino navales, y que las capacidades aéreas tengan menos restricciones de tipo meteorológico que las de Marambio. Estas son algunas ideas que creo que deberían acompañar la cuestión de la adquisición de material.

Por último, el cuarto aspecto asociado al equipamiento, refiere a la conjuntez. Todos coincidimos en la necesidad de propender a una mayor conjuntez, en aras de una mayor eficiencia y del mejor empleo de recursos escasos. Hemos avanzado en este sentido, en áreas como Sanidad, Inteligencia, Operaciones de Paz y la Campaña Antártica entre otras, y recientemente en relación al Covid, pero creo que se puede progresar aún más. Personalmente considero que la aprobación del curso Nivel II de la Escuela Superior de Guerra Conjunta debería ser una condición para ascender al grado de Almirante, General o Brigadier.

¿Cuáles deberían ser los aliados naturales de la Argentina en el contexto mundial y qué ámbitos de cooperación cree que se puede profundizar?

En el campo de  la defensa, los aliados naturales de la Argentina son las naciones vecinas, de nuestro marco regional, con las cuales compartimos posición geográfica, recursos, preocupaciones y problemas, historia, raíces y una buena relación. Un elemento a tener en cuenta: en términos comparativos con otras regiones, en el hemisferio en general y el Cono Sur en particular, tenemos un nivel de conflictividad muy bajo. Creo que ahí es donde la Argentina tiene sus principales aliados.

Voy a decir algo que es una suerte de “mantra” que se viene repitiendo desde el regreso a la democracia, que es la posibilidad de realizar proyectos bi o trinacionales de producción para la defensa. Lamentablemente nunca hemos podido avanzar en concreto en ese plano. Recuerdo los planes para desarrollar un avión de transporte (el CBA 123) con Brasil, o el caso de las patrulleras oceánicas con Chile. Lo cierto es que lo único que hemos logrado hacer en esta materia al día de hoy, una producción simbólica y rápidamente discontinuada, ha sido el Gaucho. Eso es todo lo que hemos sido capaces de hacer en materia de producción para la defensa con nuestros vecinos. Ahí hay un campo para explorar.

También sería muy interesante capitalizar y profundizar la buena relación con nuestros vecinos en el área de Operaciones de Paz. En los Estados Mayores de las fuerzas argentinas, de Cascos Azules, suele haber oficiales de naciones vecinas; lo mismo en sentido inverso, en los Estados Mayores de las fuerzas que ellos despliegan. Se puede dar un salto más adelante y avanzar hacia unidades combinadas. En este sentido, todavía tenemos pendiente la fuerza combinada Cruz del Sur con Chile, que nunca hemos terminado de implementar. En parte, hasta donde sé, por la falta de adquisición de equipamientos necesarios (sobre todo, blindados a rueda) por parte de Argentina, no así de Chile. También, porque tenemos ciertas diferencias con nuestros vecinos en torno al tipo de misiones de paz donde podría ser utilizada esa fuerza: solamente en operaciones Capítulo 6, que son la preferencia de Argentina, o también en operaciones Capítulo 7, que hoy son las mayoritarias en el mundo.

En cualquier caso, creo que en nuestros vecinos, con quienes tenemos geografía, identidad e historia compartida, están nuestros principales aliados. Dos ámbitos para aumentar la cooperación con ellos son la industria de la defensa e iniciativas combinadas.

La mención a operaciones de paz me permite agregar que, yo personalmente, creo que el compromiso argentino con ellas es de máxima importancia y reporta una gran cantidad de beneficios. En el campo de la defensa y en el plano concreto de nuestras Fuerzas Armadas, es una gran forma de mantener entrenados y adiestrados cuadros, nos permite acceder y tomar contacto con protocolos, procedimientos, estándares y normas vigentes en otras partes del mundo, por países más avanzados que el nuestro. Es una forma de aprender y adquirir ese conocimiento. Y es una contribución muy importante a la política exterior, es concretamente Diplomacia de la Defensa, nos otorga visibilidad en el mundo. Eso es un activo que luego el país puede capitalizar en otros aspectos.¿Cómo evaluaría usted la percepción actual de la ciudadanía sobre el rol de las Fuerzas Armadas?

Hace mucho tiempo estoy convencido que la percepción que tiene a grandes rasgos la ciudadanía argentina sobre las Fuerzas Armadas es muy positiva. Esta lectura se ve respaldada a lo largo del tiempo por numerosos sondeos de opinión, realizados por renombradas encuestadoras, donde se han colocado a las Fuerzas Armadas entre las instituciones que tienen mayor credibilidad a los ojos de la población, junto con las universidades; muy por encima de otras instituciones como pueden ser los sindicatos, los partidos políticos o la Iglesia.

Esa percepción positiva se ha visto no sólo confirmada, sino incrementada, con el enorme esfuerzo que realizó nuestro sector castrense con la pandemia de COVID. Las tres fuerzas armadas, junto a las Fuerzas de Seguridad hicieron el uso más intenso posible, de sus limitadas capacidades para cooperar y colaborar en el esfuerzo llevado adelante por el Estado para paliar la situación generada por la pandemia. Se han desplegado en todo el territorio nacional en innumerable cantidad de misiones, y eso no ha pasado desapercibido para la ciudadanía. Estoy convencido que la percepción que existe hoy es muy positiva. Aquellas lecturas que siguen pensando a las Fuerzas Armadas en términos de un actor de política interna, a cuarenta años de vigencia ininterrumpida de la democracia, son absolutamente minoritarias y subjetivadas por un alto grado de ideologización, y no son representativas de las visiones y percepciones predominantes.

¿Cuáles son los consensos básicos que usted podría compartir y considerar con sus pares académicos, superando las diferencias de ideologías y posiciones políticas a la hora de pensar la Defensa Nacional?

 Creo que hay por lo menos tres consensos que todos los académicos compartimos en relación al sector de la defensa. El primero tiene que ver con que es imprescindible contar con un instrumento militar eficiente y que cuente con la capacidad para llevar a cabo las tareas que le encomendamos en un mundo complejo, conflictivo, de amenazas multiformes y bien lejos del pacifismo liberal que se pretendió instalar con el fin de la Guerra Fría. Entonces, un instrumento militar adecuado y eficiente es uno de los consensos.

El segundo consenso tiene que ver con la subordinación absoluta de las Fuerzas Armadas al poder político, a las autoridades democráticamente electas. En este punto no me gusta hablar de “control civil de las Fuerzas Armadas”, me parece que entraña una suerte de carga valorativa que ya no es necesaria. Está demostrado que la subordinación es como debe ser: absoluta y completa. Todo el accionar de las Fuerzas Armadas se encuentra desde hace mucho tiempo conforme al derecho. Por eso creo más atinado hablar de “gobierno civil de la Defensa”.

En lo que diferimos los académicos, tiene que ver con el grado de permeabilidad entre los ámbitos interno y externo. Creo que hay visiones divergentes en torno a la actualidad de nuestro plexo normativo, sobre todo lo que es el decreto reglamentario de la Ley de defensa, no así la ley en sí misma. Por ejemplo, lo que tiene que ver con amenazas de origen externo protagonizadas por actores estatales e instrumentadas a través de fuerzas armadas. Lo que me parece es que pensar de una u otra manera no te hace más o menos patriota, no significa que uno esté cooptado por ideas externas ni que sea funcional a ideas de otros países. Reitero, uno puede tener lecturas diferentes sobre cómo hacer las cosas y eso no te hace más o menos patriota. Creerse dueño de la verdad y en capacidad de determinar quién es más patriota, quién siente más la Nación, por sus posturas respecto a lo considera mejor en estos temas, es de una soberbia y arrogancia que no acepto. Creo que eso es algo que tenemos que entender para que la famosa “grieta” en el sector de la defensa no se siga ampliando.

Finalmente, creo que otro consenso refiere a la necesidad de contar con recursos humanos capacitados civiles, porque el sector de la defensa tiene una creciente complejidad y demanda personas especializadas, con conocimiento del tema, que lo puedan gerenciar de manera eficiente. No sólo necesitamos militares capacitados, sino también una burocracia estable eficiente, y decisores políticos que entiendan del tema. En torno a estos temas giran los diálogos y contrapuntos entre especialistas de la cuestión en nuestro país.

Pensando en el espacio académico como un asesor natural a la gestión política, ¿qué propuestas se le ocurren para cambiar, profundizar o mantener en la política de Defensa Nacional?

Creo que los vasos comunicantes entre el ámbito académico y el sector de la defensa deberían fortalecerse y profundizarse aún más. El ámbito académico ha mostrado un creciente interés por estas cuestiones y eso se nota en las currículas de las carreras en el área de Relaciones Internacionales. A veces no con el nombre de defensa, pero tal vez con el de Seguridad Internacional, hay un creciente interés.

Las actividades académicas, seminarios, simposios y congresos sobre Defensa en el ámbito académico, se están incrementando. Lo mismo ocurre con la producción bibliográfica. También uno ve una asistencia muy alta de alumnos de extracción civil a los cursos abiertos que se dictan en instituciones educativas militares. En este escenario de vinculación entre el sector defensa y el ámbito académico, la institución que está llamada a jugar un rol fundamental es la Universidad de la Defensa. Esta institución se estructuró sobre el antecedente de la vieja Escuela de Defensa Nacional, el único centro educativo creado con la expresa función de difundir cuestiones y saberes de la defensa a gente procedente de otros ámbitos. Con este objetivo la creó Perón hace muchas décadas.

Como ex director de la Maestría en Defensa Nacional de la universidad, tuve oportunidad de comprobar que no había inserción de los recursos humanos que allí se capacitan en el Ministerio de Defensa. Claramente esta universidad no cumple el rol que desempeña el ISEN en relación con la Cancillería, son cosas diferentes; pero debería instrumentarse algún tipo de interacción de esos recursos humanos que egresan de sus aulas.

Entrevista realizada por Revista Zona Militar Feb/2021. Disponible en: https://www.zona-militar.com/2021/02/10/mariano-bartolome-x/

Dr. Mariano Bartolomé. Miembro permanente del Comité de Expertos CAPSI. Graduado y Doctor en Relaciones Internacionales, con estudios posdoctorales en la Universidad Complutense de Madrid. Ex Director de la Maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad del Salvador. Hasta 2020 se desempeñó como profesor en la USAL, la Universidad Austral, Universidad Nacional de La Plata y la Escuela superior de Guerra (ESG) del Ejército Argentino. Actualmente se desempeña como Profesor Permanente (por concurso) e Investigador, en el Colegio Interamericano de Defensa, en Washington DC. Sus áreas de estudio incluyen la Seguridad Internacional, la Defensa y la Ciberseguridad. Su quinto libro se encuentra actualmente en proceso de edición.